miércoles, 9 de enero de 2013

Familia Labruna

Ángel Amadeo, Ángel Daniel y Omar
Ángel Labruna con Ángel Daniel (izq) y con Omar (der)

















Son pocos los casos de los futbolistas exitosos cuyos hijos hayan podido desarrollar una carrera similar. En muchos, el peso de la fama o los logros obtenidos por el progenitor termino condicionando el desempeño del hijo, del cual se espera que, por una simple cuestión hereditaria, sea igual o más exitoso que su padre, repitiendo o mejorando sus resultados.

El caso de la familia Labruna se enmarca dentro de estas características. Ángel Amadeo fue un histórico jugador “Millonario”, nacido, criado y formado en el club. Su ídolo era Bernabé Ferreyra y siempre se escapaba para ir a ver los partidos del equipo de la banda roja. Su padre no quería que fuera futbolista porque lo consideraba una pérdida de tiempo, pero él no le hizo caso. Se probó en River e hizo las inferiores allí. Además, jugó al basket, conoció a su esposa y madre de sus hijos en las fiestas del club y siempre vivió cerca del estadio, tanto cuando se ubicaba en Alcorta y Tagle, como cuando se mudó a su actual ubicación en Núñez.

El “feo” fue un virtuoso de la época dorada del “Millo”. Debutó en 1939 y defendió la camiseta de la banda roja por 20 años. Se convirtió en el máximo goleador histórico del club con 293 tantos, en el máximo goleador histórico en los superclásicos con 16 anotaciones y formó delanteras memorables, entre ellas, la que muchos consideran la mejor de la historia: “La Máquina”. En los años que salió al verde césped con la banda roja cruzándole el pecho ganó nueve títulos locales, tres Copas Aldao (considerada la predecesora de la actual Copa Libertadores), tres copas Ibarguren y una Copa Escobar, además, fue el máximo goleador del torneo local en dos ocasiones.

Todos estos números, y su vida entregada al club de sus amores, lo convirtieron en el máximo ídolo riverplatense de todos los tiempos, al punto tal de que en la fecha de su nacimiento se conmemora el día internacional del hincha de River.

Pero no sólo fue un destacado jugador, sino que también era un hábil declarante y siempre tenía a “la contra” entre ceja y ceja, quería ganarles como sea, usaba chicanas para enfrentarlos y los tenía de hijo.

Su último partido lo jugó en 1959 y sufrió una profunda decepción cuando del club le enviaron un telegrama de renuncia. Lo sintió como una gran traición. Se fue Chile y finalmente terminó su carrera en Platense.

Además de su historial como jugador, terminó de consagrarse como el máximo estandarte “Millonario” cuando, como técnico, dirigió al equipo que rompió la sequía de 18 años sin títulos. Luego ganó cinco Torneos Argentinos más, entre Nacionales y Metropolitanos, convirtiéndose así en el máximo ganador de la historia riverplatense hasta la llegada de Ramón Díaz.

En enero de 1945 se casó con Guillermina Josefina Carrasquedo y con ella tuvo a sus dos hijos: Ángel Daniel y Omar Raúl.

El primero nació en 1950 e hizo las inferiores en el club. Era volante central y fue compañero de Norberto Alonso, Carlos Morete y Juan José López entre otros. Pintaba para tener un gran futuro y Angelito se sentía identificado con su forma de jugar. En un chequeo médico para una operación de meniscos le detectaron una Leucemia que finalmente le quitó la vida el 26 de octubre de 1969, con tan solo 19 años.

El segundo, y más conocido, Omar Raúl, nació el 3 de abril de 1957 y también hizo las inferiores en River Plate, donde debutó de la mano de su padre en 1976. Allí fue compañero de Ramón Ángel Díaz, con quién forjó una gran amistad que perduró con el paso del tiempo.

Su carrera como jugador con la banda roja no cuenta con muchos galardones, más bien era relevo en un equipo plagado de estrellas. Además, el hecho de ser el hijo del técnico fue una carga difícil de llevar. Labruna padre no quería que sus dirigidos pensaran que había favoritismos con “Omarcito” y esta situación lo llevaba a relegarlo en las consideraciones, incluso, ante igualdad de condiciones con algún compañero, nunca se inclinaba por su hijo para evitar suspicacias y los mismos compañeros debían convencerlo para incluir en el equipo al joven Labruna.

Prácticamente sin continuidad, jugó 44 partidos en cinco años; sin actuaciones destacadas, se recuerda un gol suyo de tiro libre frente a Boca en 1978 para la victoria 1 a 0 en el Monumental; y con el objetivo de descomprimir la situación que se vivía por la relación padre-hijo en el plantel, dejó el conjunto “Millonario” en 1981 para seguir su carrera en Quilmes, Platense y Deportivo Italiano. En éste último militaba en 1983, cuando Don Ángel murió en brazos de Ubaldo Fillol por un paro cardíaco en el post operatorio de una operación de vesícula.

El golpe fue insoportable para Omar, que culminó ese año jugando en el “azzurro” y en el verano siguiente le comunicó al presidente que la muerte de su padre había sido muy dura y difícil de superar por lo que dejaría de jugar al fútbol con tan solo 26 años.

Con el paso del tiempo siguió ligado al fútbol y casi diez años después de su retiro, en 1995, asumió como ayudante de campo de su amigo, el “Pelado” Díaz, en River Plate, donde vivió los mejores momentos de su carrera en el fútbol formando parte del cuerpo técnico más ganador de la historia “Millonaria”

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