Ramón Díaz en 1991 |
El viernes 30 de agosto de 1991, volvía a jugar en River Ramón Angel Díaz. Aquel equipo era dirigido por Daniel Alberto Passarella y la llegada de Ramón fue toda una revolución para el mundo millonario. Llegaba un hijo pródigo que había sido goleador del Calcio y que había salido campeón con el Inter y con el Mónaco.
Cuando se fue a Europa, no existían los canales de cable que
pasan el fútbol de todo el mundo. Tampoco había internet, ni youtube, por lo
que ver o seguir sus actuaciones era prácticamente imposible. Solo algún diario
o revista especializada traía alguna foto o informe sobre las actuaciones de
los argentinos en el viejo continente.
Por lo tanto, cuando volvió, se generó gran expectativa por
ver a ese jugador zurdo, veloz y picante del que tanto hablaban y que tan
buenos recuerdos había dejado en aquellos que lo vieron a fines de los setenta con
la camiseta millonaria o con la selección juvenil en el mundial de Japon en 1979.
Nacido el 29 de agosto de 1959 en La Rioja, llegó a River
muy joven y allí se quedó. Hizo todas las inferiores en el club y debutó en
primera el 13 de agosto de 1978 de la mano de su mentor: Angel Labruna, quién a
partir de allí se convertiría en un modelo del ser riverplatense, tanto para
Ramón, como para muchos de los jóvenes que debutaron de la mano del “Feo”.
En sus inicios, el “Pelado” era suplente de Luque y entraba
en los segundos tiempos. Era tan rápido, que agarraba a todos los defensores
cansados y siempre convertía algún gol, no lo podían parar, a tal punto, que a
pesar de ser suplente, era uno de los goleadores del River de fines de los ‘70.
Su primer grito no tardó en llegar, fue el 30 de agosto de 1978, frente a
Quilmes, en un partido que terminó 1 -1. Recién en 1980 pudo afianzarse como titular hasta que fue
vendido a Italia en 1981.
Cuando volvió aquel viernes frío de 1991, muchos decían “viene
a robar”. Pero el “Pelado” es de la escuela de “Angelito”, vive River, ama
River, siente River; sabe lo que es vestir esta camiseta y defenderla hasta las
últimas consecuencias, y les demostró a todos que el único robo era tenerlo en
el equipo.
Como si el tiempo no hubiera pasado para él, con 32 años
recién cumplidos, se despachó con un doblete y le dio la victoria a River 2 a 1
frente a Central. Su agilidad seguía intacta, su gambeta seguía veloz e
indescifrable, su zurda seguía mágica y explosiva. La velocidad que los años le
sacaron a su físico se la dieron a su cabeza. Leía y pensaba la jugada antes
que la pelota le llegue al pie. Su pique corto era letal y si entraba al área
con pelota dominada, seguramente terminaba besando la red.
Finalmente, ese Apertura ’91 River fue campeón y el “Pelado”
que había venido a robar, fue el goleador, con 14 anotaciones.
En 1993 se fue a conquistar el Imperio del Sol Naciente,
pero sin antes dejar un mensaje para todo el pueblo millonario: “Los hinchas de River no se van a
librar tan fácil de mí. Estaré un año y medio en Japón y después volveré”
Cumplió su promesa, en 1995 se hizo cargo del banco
millonario, en reemplazo del “Inglés” Babington, y tan solo un año después,
ponía a River en lo más alto del fútbol sudamericano al ganar la Copa
Libertadores ’96. A partir de allí, comenzaría un derrotero de títulos que
incluyen un tricampeonato (Apertura 96, Clausura 97 y Apertura 97), la
Supercopa ’97, Apertura ’99 y Clausura 2002. Convirtiéndose en el técnico más
ganador de la historia millonaria.
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