Los últimos años en la vida de River Plate fueron una
montaña rusa de sensaciones. Lo vivido, lo
sentido, lo sufrido y lo disfrutado en el período 2012/2015, estuvo cargado de
vértigo y adrenalina. Pero todo comenzó un par de años antes.
En 2008, luego de haber salido campeones con Diego Simeone y
Ariel Ortega, nada hacía pensar lo que poco después iba a suceder. Seis meses más
tarde, el Millo salía último y comenzaba una pendiente que parecía no tener
fin, con un Cholo que abandonó el barco cinco fechas antes, creyendo que ya no
podría salvar a River el último puesto.
Con un presidente que decía que éramos Aruba, llegaron
refuerzos “falopa” y se contrataron técnicos con pocos pergaminos para sentarse
en el banco. Luego asumió un presidente que decía que se acababa la joda, pero siguieron
los refuerzos falopa y los técnicos chamuyeros. Finalmente, vino Juan Jose
López, tratando de enderezar un barco que, tras la pelea de Passarella con Julio
Grondona, ya tenía el casco con muchos agujeros como para poder sacar el agua.
Y llegó el peor año de nuestra historia. Los viajes a
lugares recónditos del interior, los rivales irrisorios, derrotas increíbles y un
mundo de gente rojiblanca llenando todos los estadios del país. Fue tal el
caudal de público que seguía al Millo en su periplo, que generó la vuelta de
los visitantes a las canchas.
Un año después, y ganando el campeonato de Nacional B más
peleado de los últimos veinte años, River recuperó, en la cancha, su lugar en
Primera. El golpe había sido durísimo, y la sensación era que sería difícil
volver a recuperar las épocas de gloria, porque a muchos equipos grandes a
nivel mundial les había costado horrores volver a ser tras descender de
categoría.
Por citar algunos casos, el Liverpool inglés estuvo casi
diez años en segunda división, al volver, tardó dos años en ganar un título en
primera y catorce en Europa; Manchester United pasó un año en la segunda
división, le tomó casi veinte volver a salir campeón de Primera y casi treinta
en la UEFA; Juventus de Italia estuvo una temporada en la segunda división, cuando
volvió, tardó cinco en campeonar en el Calcio y no lo logró a nivel continental
aún; Milan sufrió dos descensos en tres años, volvió a quedarse con el Scudetto
cuatro años después de regresar por segunda vez a la máxima categoría, y uno
más para ser campeón europeo; en el fútbol argentino, uno de los grandes,
Racing, estuvo dos temporadas en el ascenso, tardó 18 años (desde que volvió)
en salir campeón en casa, y cinco a nivel continental; y San Lorenzo, se fue en
1982, volvió en 1983 y logró salir campeón del Torneo Clausura en 1995 y de la
Copa Mercosur en 2001.
Pero River es River, y llegó Ramón Díaz a fines de 2012 para
reemplazar a Almeyda. Passarella se fue y D’Onofrio ganó la elecciones. Así
comenzó un cambio de mentalidad y una política de austeridad, donde no se
contrataron jugadores, pero se logró mantener un plantel que sería comandado en
el vestuario por el regreso de Fernando Cavenaghi.
La presencia del Pelado fue clave para cambiar la mentalidad
del plantel y así poder comenzar una reestructuración fundamental. El Millo fue
campeón del Torneo Final 2014 y de la Superfinal 2014. Tan solo dos años
después de volver a la máxima categoría, River Plate volvía a ser campeón de
Primera División.
Se fue Ramón, o hicieron lo imposible para que se fuera, y
llegó Gallardo. Nadie soñaba con lo que vendría después: Copa Sudamericana
2014, Recopa Sudamericana 2014, Copa Euroamericana 2015, Copa Libertadores
2015, Copa Suruga Bank 2015 y final del Mundial de Clubes contra el mejor
equipo de todos los tiempos: el Barcelona de Messi, Neymar y Suárez.
Nada más, y nada menos, que tres años y medio después del
peor momento institucional y deportivo del club, River estaba jugando una final
por ser el mejor equipo del Mundo, contra un equipo que tiene en sus filas a
los mejores jugadores del planeta.
Por supuesto que esto no es fácil de conseguir, basta con
repasar los casos expuestos anteriormente. Solo una institución gigante a nivel
mundial, puede obtener los resultados deportivos que obtuvo River en los
últimos tres años, luego de recuperar su lugar en la máxima categoría. Y, como
si fuera poco, el Millo no cuenta con las abultadas billeteras que suelen tener
las potencias europeas, lo cual hace que el logro tenga mucho más valor.
River salió campeón local dos años después de haber
regresado a Primera, ganó cuatro títulos internacionales en un año y medio,
duplicó la cantidad de copas en sus vitrinas, se midió contra el mejor equipo
de todos los tiempos para ver quién sería el mejor del mundo y 20000 personas
lo acompañaron a Japón en busca de cumplir su sueño mundial. Todo esto, sin el
presupuesto que manejan equipos como el Barcelona o el Machester United.
Claro que haber descendido al Nacional B fue un golpe
durísimo, difícil de asimilar y que siempre será recordado en cada chicana
futbolera. Pero es así porque es la única mancha importante en la rica historia
Millonaria, porque en el fútbol hay muchos grandes, pero el más grande es uno
solo, y se llama River Plate.
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