La Bandera en el Monumental |
Cuando el FAL (Frente Angel Labruna) lanzó la iniciativa invitando a los hinchas millonarios a donar sus trozos de tela para confeccionar la Bandera más Larga del Mundo, jamás se imaginaron que tendría semejante repercusión; o sí, como no imaginarlo sabiendo de lo que es capaz el hincha millonario.
Ese hincha que llenaba las canchas en las épocas doradas del
club y que cuando llegaron las malas, las desbordaba; “no alcanzan las
tribunas, no alcanzan las entradas, les demostramos lo que es River en las
malas” cantaban los feligreses.
La convocatoria fue popular, mediante las redes sociales se
fue haciendo eco del acontecimiento y en cada partido disputado de local se
recibían las donaciones para el que pretendía ser el trapo más largo del mundo.
La cita fue el 8 de octubre de 2012 en Figueroa Alcorta y
Tagle. Allí, donde en 1923 el presidente Bacigaluppi decidió instalar la nueva
sede del estadio, que hasta ese momento residía en la zona sur de Buenos Aires,
porque “River no es un club para un barrio, sino para una ciudad”.
Desde ese terreno donde brillaron Bernabé Ferreyra, José
María Minilla, Renato Cesarini y Carlos Peucelle, y donde River celebró su
primer campeonato en la era profesional, partió la caravana a las 13 hs con un
trapo que medía 7829,74 metros.
Un trapo que representa mucho más que un record Guiness
(homologado ante escribano público). Un trapo que es un fiel reflejo del
sentimiento del hincha por los colores, de la unidad de la familia
riverplatense, una demostración de que tenemos que estar todos unidos para
hacer a River cada vez más grande.
El trayecto que recorría toda la Avenida Figueroa Alcorta,
desde la vieja ATC hasta el Monumental, se tiñó de rojo y blanco. Un mar de
gente con sus amados colores para rendir homenaje a un grande que busca
resurgir de las cenizas como el Ave Fénix.
Grandeza que muchos quieren hacer creer que se perdió, o que
se logra solo con títulos. River es grande mucho antes de ganar cualquier copa
o torneo. River desbordaba canchas mucho antes de pensar en cualquier bandera,
como cuando Moreno volvió en 1946 y los alambrados de Ferro no soportaron la
presión de los hinchas que invadieron el terreno de juego. River es grande
desde antes de 1908, cuando sus hinchas saltaron al campo de juego para celebrar el
ascenso a primera (esa invasión obligó a disputar el encuentro nuevamente y el
millo volvió a ganar y por goleada). Ahí River era amateur, no tenía ninguna
copa ni campeonato. Ahí ya era grande y despertaba esa locura que hasta hoy no
para de crecer.
El final del recorrido fue el estadio Monumental, que
esperaba con las puertas abiertas el arribo de sus fieles. Al principio solo la
tribuna Centenario estaba habilitada, pero con el correr de los minutos, las
15000 ubicaciones de la platea no fueron suficientes y se comenzaron a abrir
todas las graderías del estadio, a tal punto que las 75000 ubicaciones
disponibles estaban colmadas y quedaba gente afuera. Se especula que alrededor
de 100000 aficionados se congregaron para el evento.
En el interior del estadio, un combinado de juveniles de la
reserva se enfrentaba al equipo sub-20 campeón de la Copa Libertadores de esa
categoría. Y para que la fiesta sea completa, en el descanso de ese partido, el
estandarte dio la vuelta olímpica al Monumental.
Finalmente, la bandera será fraccionada. La cabecera quedará
exhibida en el Museo de River y los trozos restantes serán repartidos entre las
distintas filiales que tiene River a lo largo de toda la Argentina.
Sin dudas, un acontecimiento sin precedentes, que no
representa ninguna copa o campeonato, pero las emociones y sensaciones vividas
esa tarde son difíciles de explicar o cuantificar. Familias enteras, amigos,
parejas, hijos, nietos, abuelos, todos congregados en nombre del más grande.
Sin banderías políticas, sin cánticos agraviantes, solo por el amor y la pasión
que despiertan estos colores.
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