
Ya falta poco para el partido más esperado. El que todo jugador quiere jugar, el que todo hincha espera para vivir como si fuera a jugarlo. El que solo importa ganar, si es jugando bien y con baile, mejor. Pero si es con un penal en el último minuto, se festejará con la misma euforia y se vivirá con la misma alegría. Son esos partidos donde poco importa el paladar, solo se mira el resultado al final de los 95 minutos.
El superclásico es un campeonato dentro del campeonato (como
suelen afirmar los protagonistas). Tal es su relevancia que una victoria puede
ser el envión que lleve al ganador a pelear el torneo hasta la última fecha; y para el derrotado
puede ser el final de un ciclo, como pasó con Brindisi y Borghi en el mismísimo
Monumental. Para muchos, ganar este partido es salvar el año. Concepto
muy repetido en la década del noventa, donde unos festejaban campeonatos y
otros, con suerte, seis puntos al año.
La importancia del superclásico excede las fronteras
Argentinas. Muchos turistas acuden a ver el espectáculo que fue catalogado, según
el periódico inglés “The Observer”, como "uno de los 50 espectáculos
deportivos que hay que ver antes de morir", y que para “The Sun”, también
periódico británico, es la "experiencia deportiva más intensa del
mundo". La televisación alcanza lugares remotos, las entradas se venden a
precios siderales y siempre se agotan (al menos en el Monumental).
Además, el que se avecina tiene un condimento especial. El
descenso de River obligó a pasar un año sin encuentros oficiales entre River y
Boca, y ellos no perderán la oportunidad de recordarle al millo la peor mancha
de su historia, sumando esto a la ansiedad que genera la llegada del encuentro.
En el historial hay partidos memorables. El disputado en
cancha de Velez en 1972, el más electrizante con nueve goles y la victoria de
River. El del regreso de Martín Palermo tras su larga lesión, el de la vaselina
de Rojas, el taco de Higuaín, el “nucazo” de Guerra, el último partido de
Maradona, la pelota Naranja, los goles de Labruna, Maradona desparramando a
Fillol, y podría seguir páginas enteras porque cada clásico tiene su razón de
ser, su recuerdo imborrable.
Las estadísticas marcan que desde aquel primer encuentro
oficial en 1913 se han repartido el liderazgo en el historial, pero desde la década del noventa los xeneizes han logrado sacar una ventaja importante que logró mantener hasta estos días. Actualmente los números dicen que River logró 62 triunfos,
empató en 57 ocasiones y fue derrotado en 69 oportunidades con un total de 245
goles a favor y 259 en contra.
El River-Boca o Boca-River será siempre el partido por
excelencia, el mayor exponente del folklore futbolístico. En ningún otro
clásico del mundo se ven los colores, los cantos, las banderas, los globos, la
efervescencia y la fiesta que se vive en cada superclásico.
Es la vuelta del partido más esperado por el ambiente del
fútbol mundial, que sea una verdadera fiesta, que sea en paz y que el hincha
pueda disfrutar y festejar.
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